Fiscal: ¿Era usted el general más antiguo de la brigada de Caballería de esta plaza?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿La tarde del día 18 del mes de julio estuvo usted presente en la reunión de generales que se celebró ante el general que ejercía el mando de la División?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿Es cierto que en las discusiones o conversaciones que allí se sostuvieron usted prometió lealtad y fidelidad en el cumplimiento de sus deberes?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿Y después de haber hecho esta promesa estuvo usted la noche del 18 en el cuartel de Caballería?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿Es cierto que en presencia de usted fue dirigida una alocución a la tropa por el coronel del regimiento?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿Usted lo consintió?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿Consintió asimismo que las tropas salieran a la calle?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿Con conocimiento de los fines rebeldes?
Burriel: No. Para salvar a la República.
Fiscal: ¿Usted creía que se salvaba a la República atacando a sus organismos más legítimos y al Gobierno constituido?
Burriel: No
Fiscal: ¿Pero usted optó por unirse al movimiento con la tropa que mandaba?
Burriel: Yo no tomé el mando.
Fiscal: Usted no dio ninguna disposición, pero era usted el más antiguo y una vez tomado partido, asumió el mando de las fuerzas, ¿no es cierto?
Burriel: Yo no estaba en aquel momento en la División y por tanto no sabía lo que ésta había dispuesto.
Fiscal: ¿No es cierto que usted acudió al cuartel de la División, cuando supo que el movimiento había fracasado?
Burriel: Sí.
Fiscal: ¿Es decir que sólo llegó usted a ponerse a las órdenes del general Llano después de tener conciencia de que había fracasado el movimiento?
Burriel: No, porque yo no sabía quiénes eran los que estaban en un bando o en otro. Yo estaba en un cuartel e ignoraba quien estaba a un lado u otro del movimiento.
Mes: agosto 1936
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Interrogatorio al general rebelde Fernández Burriel durante el consejo de guerra
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Fusilados los generales Goded y Fernández Burriel
Fusilados en Barcelona los generales rebeldes Goded y Fernández Burriel por su participación en el alzamiento
Cuando el general Goded le llegó el momento de ser fusilado, fusilamiento que no pudieron evitar las gestiones políticas, inferiores en fuerza coactiva a las presiones de las masas catalanas, que urgían el cumplimiento de la sentencia, el reo se presentó ante los soldados perfectamente vestido y afeitado. Había dedicado a su última compostura cuidados minuciosos. Con un cigarrillo en la mano, bien pegada la ceniza al fuego, asistió a los preparativos del pelotón y, cuando todo estuvo listo, aspiró una bocanada de humo, arrojó la punta del pitillo y, afirmando los pies a la tierra, miró cómo los fusiles le enviaban la muerte a clavársele en el pecho. La trompetería de la tropa presente alborotó la mañana con la notificación de que la justicia estaba hecha.
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Empieza el derribo de la cárcel de mujeres
[Hoy] al mediodía, se iniciaron oficialmente las obras de derribo de la antigua cárcel de mujeres, situada en la calle de Amalia esquina a la Ronda de San Pablo.
Asistió al acto el alcalde, don Carlos Pi y Suñer, a quien acompañaba el consejero-regidor, don Antonio Ventos.
En el edificio que va a ser derribado esperaban al alcalde el presidente de la Asamblea municipal, don Francisco Carbonell, los consejeros-regidores don Vicente Bernades y don Hilario Salvado y los concejales señores Plá, Eroles, Cordomí y Lloret. También se hallaban en aguel lugar el presidente del Comité do Prisiones de la Generalidad, señor Impert, en representación del consejero de Justicia y Derecho; los vocales del mismo Comité, señores Miguel y Nicolau; el secretario técnico, señor Roca y Cavall, y el ingeniero municipal, señor Zorrilla.
Comenzó el acto con unas breves palabras del presidente del Comité de Prisiones de la Generalidad, señor Impert, quien hizo entrega al alcalde y por consiguiente a la ciudad, del edificio cuyo derribo iba a comenzar.
El señor Impert hizo, además, unas atinadas observaciones sobre el régimen carcelario que se propone implantar la Generalidad de Cataluña.
El alcalde, señor Pi y Suñer, pronunció después otro discurso, recordando que el derribo de la prisión de mujeres ha sido un anhelo de este Ayuntamiento en su primera etapa, por lo que se han multiplicado las gestiones hasta lograr lo que hoy se hace que, además de constituir una gran mejora urbana, es tanmbién un anhelo de todo el vecindario del Distrito V.
El señor Pi y Suñer fue muy aplaudido.
Seguidamente, el alcalde y demás personalidades que le acompañaban se dirigieron al interior del edificio y en una de las celdas recayentes a la Ronda de San Pablo, el señor Pi y Suñer hizo caer la reja que la cerraba, siendo en aquel momento muy aplaudido por el público.
Con esta ceremonia oñcial quedó inaugurado el derribo, que continuará con toda celeridad en días sucesivos.
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Una señorita entrega las joyas del tesoro de la Merced a un consejero de Esquerra para salvar del FAI la imagen de la Virgen
Los días 19 y 20 de julio de aquel año las turbas incendiaron la basílica de Merced, hecho que repitieron en días sucesivos. La imagen de la Virgen fue arrojada de su trono del camarín y quedó en el suelo del presbiterio.
El reverendo Luis Pelegrí Nicolau, presbítero beneficiado de la parroquia de San Miguel y de la Virgen de la Merced, enterado de la situación de la imagen, se puso en contacto con la familia Coll Muñarch, feligreses de la Merced, que vivían en la calle Ancha número 29 y tenían relación de amistad con el consejero de gobernación de la Generalidad de Cataluña don José María España Sirat, cuya biografía ha escrito en 1997 Albert Manent.
Los Coll Muñarch se encontraban ya sin cabeza de familia, pues el padre, notorio por su ideas religiosas y tradicionalistas, tratando de escapar a la persecución religiosa, había huido a Ciutadilla; pero allí fue detenido por el comité local; conducido a Barcelona, encarcelado en la sede del PSUC del hotel Colón de la plaza Cataluña, finalmente fusilado en la avenida de Montserrat por una patrulla de milicianos y rematado con el tiro de gracia que le disparó un muchacho de diecisiete años.
Teresa Coll Muñarch, que contaba veintidós años de edad en 1936, fue informada por mosén Luis Pelegrí del estado del interior de la destrozada basílica, así como de la existencia de las joyas de la Virgen. Teresa Coll se entrevistó con el consejero España y le comunicó que detrás del camarín de la Merced había una caja fuerte con las joyas del tesoro de la Virgen, que los revolucionarios anarcosindicalistas de la FAI no habían querido forzar, creyendo que el párroco había colocado dentro una bomba. Teresa sugirió al consejero España que, a cambio de las joyas, se pudiera salvar la sagrada imagen. Aceptó la proposición el Consejero y, como consecuencia de ello, más o menos a las cuatro de la tarde de martes 27 de agosto de 1936, un grupo compuesto por dos carabineros, dos guardias civiles, dos guardias de asalto, tres agentes escoltas de la confianza del Consejero, un cerrajero y la señorita Teresa Coll Muñarch salió de la consejería de Gobernación, o sea de la actual delegación del Gobierno, antes Gobierno civil en la avenida del Marqués de la Argentera, y se dirigió en una camioneta descubierta a la basílica de la Merced. El grupo fue observado continuamente por elementos armados de la FAI que, al ver a los agentes de orden público, permanecieron prudentemente alejados.
Penetró el grupo en la iglesia y, habiendo subido al camarín, el cerrajero procedió a perforar la caja fuerte con un soplete. Hallaron las joyas que Teresa Coll retiró con sus manos a través del orificio practicado por el cerrajero. Acto seguido iniciaron el descenso, pero al pasar frente a la imagen de la Virgen, tirada en el suelo del presbiterio al lado del Evangelio, la señorita Coll sugirió que aquella imagen del siglo XIV tenía un gran valor artístico y que debían llevarla igualmente. El cerrajero y uno de los guardaespaldas del Consejero la llevaron a la camioneta descubierta, donde Teresa Coll la tapó con una sábana y una manta que había cogido en su casa con este propósito.
La camioneta desde la basílica incendiada se dirigió a la puerta principal de Capitanía, con los guardias civiles subidos a los estribos para atemorizar a los de la FAI, y fue desde la plaza de la Merced a Capitanía y, en el patio de honor, entonces abandonado y vacío, descargaron la imagen y la situaron en el cuarto de los trastos de limpieza, debajo de la escalera principal, donde estaba también el sarcófago de santa María de Cervelló, extraído previamente, bajo la custodia del conserje de Capitanía. Inmediatamente el grupo fue a la consejería de Gobernación a depositar las joyas del tesoro de la Virgen hasta la mañana siguiente, en que las llevaron al palacio de la Generalidad donde fueron entregadas. Terminada la contienda las joyas, que fueron convenientemente inventariadas, fueron devueltas a la iglesia.
La imagen de la Virgen permaneció en Capitanía hasta el 28 de septiembre de 1936 en que fue llevada al museo de arte del palacio nacional de Montjuïc hasta 1939, cuando fue restituida a la basílica y reanudado su culto hasta hoy después de ser restaurada por Feliciano Veciana de Barcelona.