Los divinos oficios que celebra la Iglesia en este dia tienen un carácter particular y una grave y lúgubre solemnidad, que interesan aun á los sectarios de otras religiones. En el templo del Señor no se ve en este dia ningun objeto que escite nuestra devocion: todas las imágenes de los santos y todos los altares estan cubiertos para que nada llame la atencion, solo en un monumento dispuesto al objeto se adora la hostia consagrada. Todas las miradas son para ella; todo el culto se rinde á él, al Santo de los santos. Ese monumento, esa iluminacion , esos lúgubres acentos de la música, ese apagado son de las cajas y clarines de guerra, esas armas que el soldado lleva abatidas, todo contribuye á la tristeza de la ceremonia del dia.
Las casas particulares mandan á las parroquias algunos cirios cuyos cabos recogen despues, porque la piedad les atribuye especial virtud contra los rayos, y para facilitar los partos á las mugeres. Algunas personas disponen con algodon ó papel recortado una especie de capillitas ó doseles, que en este pais llaman maigs, y en ellas colocan una cruz ó sepulcro, y unas figuritas que representan alguna escena de la pasion. Estos majos los mandan para adorno del monumento á todas las iglesias menos á la catedral, que no los admite. Las familias se disponen desde las nueva de la mañana para asistir á los divinos oficios en el templo mas inmediato. La Catedral, la Trinidad, la Merced y algunos otros situados en los puntos mas céntricos de la ciudad son los que reunen un concurso de gente mas escogida.
En este dia es de rúbrica vestir las mejores galas y adornarse con las mas ricas preseas: tales fachas se ven por las calles: desde el tallilargo frac de la actual moda, á la tallicorta y mezquina levita del año 1830; desde el holgado gaban en que nos envolvemos ahora, al zanquilargo frac en que nos empaquetábamos quince años atrás. Todos segun sus posibilidades se acicalan, y todos segun su economia cuidan mas ó menos del vestido, y allí, al salir de las iglesias, es el limpiarse las rodillas y el sobar el sombrero con la manga, y el sacudir el polvo con el pañuelo. Por otra parte, no debemos pasar por alto la moral costumbre de ir todos los individuos de cada familia reunidos á visitar las estaciones, y esta reunion da lugar á escenas de cuya pintura no queremos privar á nuestros lectores.
En primer lugar el papá y la mamá raras veces estan de acuerdo acerca del órden de las estaciones que han de seguir. Poco acostumbrados despues de quince ó veinte años de matrimonio á salir juntos á la calle, los gustos estan discordes y todo se vuelve indirectas. El hijo mayor, que ya empieza á hombrear, pone mal gesto porque los papás no le permiten seperarse de la comitiva. Las señoritas, que frisan ya con los quince años, no quieren llevar de la mano al chiquitin que anda cargado con tres ó cuatro devocionarios, y que sale con bien si vuelve á casa con uno menos. Los menorcitos riñen mas adelante por la sombrilla ó porque no quieren ir cogidos de la mano. La mamá los regaña al salir de una iglesia por que se han ensuciado el vestido, y se lo limpia con el pañuelo. El papá se para á hablar con un sugeto, y la comitiva pierde su órden, y se hace preciso que el chiquitin se adelante á avisar á las señoritas, que distraidas sabe Dios en qué, doblan una esquina que no debian, y allía es el rabiar, y allí son los sofiones, y allí son las amenazas, y allí todo lo que puede dar una idea de que la franqueza de familia no es el principio del bien parecer ni del buen tono. Este árbitro de los gustos pretende aunque en vano desarraigar esta costumbre de ir reunidos los indivíduos de cada familia, asi como ha quitado con razon ó sin ella, alguans otras costumbres. Dejemos al tiempo lo que es suyo, y á vuelta de algunos años verémos lo que será.
No van reunidas las clases como los individuos de las familias á visitar las estaciones, porque no parece sino de reglamento las horas en que lo verifica cada una de aquellas. Desde las 12 del dia á las tres de la tarde, visitan las estaciones la clase acomodada, los elegantes, las gentes del buen tono: á las dos la tropa: por la tarde el menestral con toda la familia puesta de veinticinco alfileres, y los criados de las casas. Las autoridades eclesiástica, miliar y civil con sus respectivos acompañamientos visitan las estaciones segun reglamento.
Al anochecer la procesion que sale de la iglesia del Pino, y celebra la real é ilustre archicofradía de la Purísimia Sangre de N.S. Jesucristo, llama las gentes á la carrera para ver con corta diferencia lo que vieron el domingo de Ramos, á saber: los armats, los niños con vesta, los pasos, la congregacion, etc., etc.