Año: 1873

  • Rebeldes militares de varias regiones de España y con apoyo popular exigen una república federal en la plaza San Jaime

    Anteanoche á las doce y media, el general Gaminde, que aguardaba ser relevado por el general Contreras segun las instrucciones que tenia recibidas del Gobierno, resignó el mando en el segundo cabo, general Andia, y se embarcó en un buque que zarpó para Marsella á las pocas horas. El general Gaminde saben nuestros lectores que había solicitado y obtenido licencia para el extranjero; pero todo el mundo creia, incluso el Gobierno, que permaneceria en aquel importante puesto hasta hacer entrega de él á su sucesor.

    Coincidió con la marcha de la primera autoridad militar del distrito el haber recibido orden el batallón cazadores de la Habana para marchar sobre Tordera, punto amenazado por varias facciones carlistas, debiendo salir de Barcelona ayer por la mañana.

    El batallón, desde los primeros momentos, protestó que deseaba salir de la capital después que se hubiese hecho en ella la proclamación oficial da la República, y con este motivo, al emprender su marcha, se dirigió, no á su punto de salida, sino á la plaza de San Jaime, en que se halla el palacio de la Diputacion provincial, corporación que celebraba sesión en aquellos instantes.

    El batallón prorumpió en gritos de ¡Viva la República! que aumentaron al presentarse en los balcones algunos diputados á quienes la tropa manifestaba su simpatía y adhesión.

    En este estado, el general Audía, creyendo que no tenia fuerza moral para contener lo que él consideraba como una insubordinación, resignó el mando en el brigadier de ingenieros, Sr. Barraquer, anciano que, por su avanzada edad, goza de escasa salud, y quien, en efecto, se hallaba enfermo en aquellos instantes.

    Tampoco el Sr. Lopez Claros, gobernador del castillo de Monjuich, quiso hacerse entrega del mando de la plaza, y por consecuencia vino éste á manos, con arreglo á ordenanza, del coronel más antiguo de la guarnición, Sr. Iriarte, y el cargo de segundo cabo al que le seguia en antigüedad, coronel Lera.

    Como una hora estuvo el batallón cazadores de la Habana en la plaza de San Jaime, envuelto entre inmensa muchedumbre del pueblo, pero sin que en aquella manifestación tomaran parte otras fuerzas del ejercito. Mas, circulada la noticia, fueron llegando sucesivamente á aquel punto cazadores de Cádiz, Tarifa y Madrid, artillería de montaña y rodada y demás cuerpos de guarnición en Barcelona, todos con armas y sin la mayoría de sus jefes á la cabeza.

    La reunión de todas estas tropas, á quienes arengaban algunos paisanos desde los balsones de la Diputacion, produjo una explosion de entusiasmo en que tomó parte el pueblo, fraternizando soldados y paisanos á los gritos de ¡Viva la República! que se estendieron por todos ángulos de la poblacion.

    La alegría era indescriptible, y enmedio da la agitación que los acontecimientos habian producido, no se cometió un desmán, no hubo el menor desorden, no se vertió ni una gota de sangre, reinando un orden admirable sólo interrumpido por los movimientos de la multitud entusiasmada.

    Pasados los primeros momentos, las tropas volvieron á sus respectivos cuarteles, declarando terminantemente que se hallan dispuestas á sostener al Gobierno de la República y á la Asamblea Nacional, en cuyo favor hacen votos de adhesión y fidelidad completa.

    A las nuevo de la noche, el alcalde popular de Barcelona daba cuenta al Gobierno del estado de la población, en los siguientes satisfactorios términos:

    «Todos los cuerpos del ejército acaban de adherirse con gran entusiasmo á la República. Pueblo y tropas fraternizan cordialmente. Júbilo inmenso é indescriptible. Ciudad iluminada. Alegría general y órden completo.— Narciso Buxó y Prats.»

    Para terminar, diremos la causa que en Madrid dio un carácter exagerado á los sucesos de Barcelona.

    Parece que una autoridad, mal informada sin duda, ó cediendo á un movimiento precipitado, telegrafió al Gobierno diciéndole que la Diputación y el Ayuntamiento se habían erigido en junta suprema del Estado federal de Cataluña, apoyados por las tropas de la guarnición, y que habian sido nombrados generales los coroneles Iriarte y Lera.

  • Quema y profanación de iglesias tras la toma por los carlistas de Berga

    En los distintos estudios sobre la Primera República, los autores se detienen casi esclusivamente en los hechos políticos, quizá por la escasa duración del nuevo régimen. Sin embargo, a través de las revistas eclesiásticas y de los periódicos de la época, hay datos suficientes para estudiar lo que suposo la República en sus relaciones con la Iglesia.

    Aunque ésta procuró mantener buenas relaciones con las autoridades republicanas, ya que en principio la Iglesia no se identifica con ninguna forma de Gobierno, pronto se hizo ver que el porvenir de la Iglesia en el nuevo régimen no era ciertamente optimista. Lo que no nos puede extrañar si recordamos la ideología de los tres primeros presidentes, claramente puesta de manifiesto en las Cortes.

    En efecto, el Gobierno parecía tener prisa en provocar roces con la Iglesia. Salmerón -el tercer presidente- lo expuso sin eufemismos: «Sustentamos la absoluta, la irremisible imposición de nuestro tiempo de secularizar plenamente en todas sus relaciones la vida del Estado, de afirmar la propia independencia de la Iglesia en el cumplimiento de su fin religioso».

    En El Pensamiento Español de ese período aparecía una sección titulada «Orden Público» en la que se recogían distintos hechos de persecución religiosa en los diferentes lugares de España: asesinatos, destrucción de iglesias, profanaciones…

    El programa anticatólico del Gobierno se acentuaba con la actuación de los carlistas, vengándose las turbas en los sacerdotes y en los templos, con la cooperación o pasividad del ejército.

    La toma de Berga por los carlistas, con incendios y fusilamientos, produjo en Barcelona gran indignación. En vez de improvisarse un ejército de voluntarios para vengar los atentados cometidos, el 30 de marzo se dedicaron en Barcelona al asalto de los templos: San Jaime, el Pino, Belén, San Justo, etc. Algún templo fue convertido en cuartel, otros fueron devueltos al culto.

    En cuanto a las profanaciones hubo de todo: desde cubrir con gorro frigio a las imágenes, a bailes organizados por el ejército indisciplinado y beodo, a los que asistían personas constituidas en autoridad.

    Se prohibió en algunos lugares administrar el viático a los moribundos. En varios puntos de Cataluña fueron asesinados varios sacerdotes.

  • Sale para Francia el vapor Internet

    Ha salido de Barcelona para Tolon el vapor francés Internet.

  • Empieza la venta en Barcelona de tarjetas postales del estado, algunas de ida y vuelta, acabando con la industria privada de entre otros el gaditano «Doctor Thebussem»

    Se han puesto á la venta en Barcelona las tarjetas postales. Las hay, dice un colega, dobles y sencillas. Aquellas tienen pagada la vuelta, es decir, junto con la tarjeta recibe aquel á quien va dirigida otra para la contestacion; la una dice: «Contestacion pagada, tarjeta de ida»; la otra «Contestacion pagada, tarjeta de vuelta.» Tanto en estas como en las sencillas se lee: «República española, tarjeta postal. Sr. D.,… Direccion….. Nota. Lo que debe escribirse se hará en el reverso é irá firmado por el remitente.» Las sencillas tienen de color azul la orla y el escudo. En el centro de este se lee: «5 céntimos,» cuyo guarismo está rodeado de varios adornos, entre los cuales se ve un pequeño busto con un gorro frigio y el rótulo «Correos,» un leon echado sobre una especie de basamento que dice «España.» El escudo y orla de las tarjetas dobles son de color verde. El escudo lleva en el centro un espacio circular con un busto con gorro frigio; en la parte superior se lee «España» y en la inferior «5 céntimos 5», no muy bien dejados.