Día: 19 de abril de 1848

  • Miércoles Santo, 1848

    Miércoles Santo.

    Nó por que Barcelona ofrezca hoy particularidad alguna dedicarémos cuatro palabras á este dia, sino porque tratándose de la semana santa en que la Iglesia celebrar los mas augustos misterios de nuestra religion, no tenemos por oficioso decir algo de sus ceremonias, siquiera con el fin de que los lectores del Añalejo sepan, si lo ignoran, la significacion de algunas de ellas. La mas notable de este dia es el canto de maitines y laudes, y las tinieblas (fasos) con que terminan, en los cuales fasos hay ha alguna cosa especial de Barcelona.

    Desde el domingo de Ramos por lo menos, trabajan los muchachos sonsacando cuartos á los padres, abuelos y tios á fin de comprar mazas y matracas con que armarse para aumentar el estruendo en la iglesia en las tardes del miércoles, jueves y viernes. Por la mañana en la misa mayor se canta la historia de la pasion del hijo de Dios segun la escribieron los evangelistas san Marcos, san Lucas y san Juan. A las 6 de la tarde con muy poca diferencia, se cantan los maitines y laudes, para los cuales en un alto candelero triangular unido á su pie por el centro de uno de los lados, se colocan y encienden 15 velas, siete por parte, y una en el vértice. Las catorce son amarillas y representan los doce apóstoles, María Magdalena y María Salomé, y la que está en le vértice es blanca y simboliza la madre del Redentor. Cántanse tres lamentaciones de Jeremías, tres Salmos de David, tres lecciones de la primera epístola de san Pablo á los corintios, otros cuatro salmos, el cántico de Moisés Cantemus Domingo gloriose etc. Otros tres salmos y el cántico de Zacarías Benedictus Dominus Deus Israel quia visitavit etc. Al terminar cada salmo se mata una vela, de suerte que despues del Benedictus queda únicamente la mas alta. Durante el mismo cántico, se van apagando las seis del altar, las lámparas y todas las demas luces que hay en la iglesia; al repetir la antífona traditor autem dedit eis signum, se quita del candelero la vela blanca llamada María sola, y se esconde debajo del altar en el lado de la epístola. Como en este dia recuerda la Iglesia la traicion de Judas, el apagarse todas las velas significa que despues de preso Jesus, los apóstoles y las dos Marías se ausentaron por temor de que los judíos los prendiesen como allegados al Redentor, y la última vela queda encendida porque representa á la madre, única cuya fe no vaciló, y que siempre mantuvo viva la esperanza en las palabras de su divino hijo. Terminado el cántico de Zacarías, se dice el salmo Miserere y finalmente una breve oracion, cuyas últimas palabras son la señal de hacerse en la iglesia el ruido llamado tinieblas y en catalan fasos, que en este dia representa el tumulto y algazara con que los judíos prendieron á Jesucristo en el huerto de Gethsemaní.

    Este ruido, que degenera por lo comun en un grandísimo estruendo, es la parte de la ceremonia que mas interesa á los muchachos, y la que los lleva á la iglesia. A ella van acudiendo desde que comienzan los maitines: ni un momento pierden de vista el candelero donde arden las 15 velas: á cada una que se apaga tienen un nuevo goce considerando que se acerca el momento de alborotar el templo, y á impulsos de la impaciencia que no basta á refrenar cosa alguna, mas de una vez turban con algun mazazo la quietud de la casa de Dios. Mas apenas queda oculta á sus ojos la María sola, cuando olvidando el lugar en que se hallan, rompen el fuego, y con matracas, mazas y martillos dan furiosamente contra el suelo, se atreven con los bancos porque en ellos las mazas hacen mas ruido, y no falta quien se arrime á un confesonario espiando el momento en que lo pierdan de vista los curas y los sacristanes, que para impedir tales y otras demasías suelen andar con ojo avizor por la iglesia. En lo mas acalorado de la bulla asoma la María sola, que es la señal de restablecerse el silencio; mas á pesar de lo que tal aparicion significa, esta vez la señal no es tan pronta y unánimemente obedecida como lo fue al anunciar la hora del ruido. Poco á poco vuelve la calma, y al fin cesa de todo punto el estruendo general, nó sin que aun entonces se oiga acá y acullá uno que otro mazazo, cual entre soldados bisoños suena un tiro y otro despues de la general descarga. Con harta frecuencia es indispensable que los sacristanes y algun sacerdote tomen cartas en el negocio, y trabajen para que la iglesia quede libre de la muchachería, que por su gusto pasaria la noche en el mismo sitio y acabaria por romper algunos bancos, y al fin y al cabo por dormirse.

    Hemos dicho que en Barcelona había en todo esto alguna especialidad y vamos á manifestarla. Las ceremonias de la Iglesia y el ruido en las tinieblas son como en otro cualquier pueblo de España; pero aqui ese estruendo, ademas de recordar los sucesos de que la Iglesia ha dispuesto que sean una conmemoracion, traen á la memoria otros acontecimientos mas recientes y no poco terribles. La proscrita familia de los judíos, que aqui como en todas partes se dedicaba durante la edad media al comercio y á la usura, fue en Barcelona víctima de los cristianos no pocas veces. Impulsados por un escesivo celo religioso lanzáronse los barceloneses en alborotada muchedumbre á las calles del Call é inmediatas, robando las casas de los judíos, incendiándolas y matando á sus moradores. Como durante la semana santa recordaban con mayor viveza los ultrages de que J.C. fue objeto, y recordaban tambien que los ultrajadores fueron judíos, dispertábase en su corazon el deseo de vengar esos ultrajes en los descendientes de los que los cometieron , y por esto la semana santa presenció en algunos años el robo y el asesinato de los judíos en Barcelona. No faltaban hombres que á fin de no pagar las deudas que con los judíos tenían, ó deseando vengarse de las usuras con que les prestaron cantidades, impulsaban el celo religioso del pueblo, estraviando ese bello sentimiento basta convertirlo en móvil de horrorosos delitos; pero el hecho es que en Barcelona muchas veces el pueblo solemnizó la semana santa con esas sangrientas escenas, y tal costumbre de hacerlo se contrajo, que vino á darse á las tinieblas un nombre nuevo llamándolas ir á matar judíos, á matar jueus. Aun hoy dia el pueblo las llama del mismo modo, y los niños mientras golpean con las mazas en el piso de la iglesia tienen una vaga persuasion de que matan judíos, y aun por esto machacan nó con alegría sino con rabia, creyendo los mas sencillos que hacen una obra meritoria. Y los padres aunque conozcan la significacion de las tinieblas, tambien dicen á los hijos que vayan á matar jueus; y de este modo va pasando de una en otra generacion la memoria de aquellas cruentas escenas, que con tanta frecuencia profanaron durante la edad media los dias de la semana santa.

    En este dia las mugeres del campo van en crecido número á coger tomillos en las montañas que circuyen la vega de Barcelona, y mañana jueves traen á vender esos tomillos á la ciudad en donde no hay familia que no compre de ellos algunos cuartos. Cuando durante el año hay en la casa una persona que no se siente buena, le administra la señora ama una sopa hecha con agua de tomillo, y ha de ser del cogido en la semana santa. No sabemos las virtudes de esa planta; mas como la sopa que se hace con su agua sustituye á la cena ó á la comida, mas bien que á sus virtudes atribuimos la mejoría de los enfermos á la dieta que la tal sopa trae consigo. De todos modos el remedio es barato, no huele á botica, y va acompañado de dieta. Vengan pues tomillos de semana santa; y coman sopa de tomillo todos los que se sientan indispuestos.